Hacía ya mucho tiempo, que apenas nadie pasaba por allí, no había luz en aquel lugar. Las cajas estaban descoloridas por el sol, los peluches estaban llenos de polvo y hacía años que los trenes no se movían.
El dueño de la tienda, un humilde jugetero, de unos cincuenta años, con una calva en la cabeza, el pelo que le quedaba era de color gris, vestido con un delantal marrón de cuero. Estaba triste por su negocio. Aún recordaba cuando las navidades traían a los niños a su tienda, para ver y probar los juguetes, cuando los reyes magos venían a su local en busca de los jueguetes para los niños.
Pero eso ya no pasaba, al menos no en tanta medida, los tiempos habían cambiado, los padres, se habían vuelto más hostiles, los niños ya no tenían ilusiones, el mundo era, como decirlo, más frío.
El hombre, se había planteado en cerrar la juguetería, pero aún había una ilusión, amaba su trabajo, y a pesar de todo, seguía allí en aquella tienda situada en una calle escondida del centro de Madrid.
Algunas veces, las tiendas eran frecuentadas por fanaticos, donde compraban juguetes, que no habían tenido cuando ellos eran niños, por unos segundos su local se llenaba de alegría.

CONTINUARÁ....